Cuenta la historia que tres Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltazar, viajaron desde el Oriente hasta Jerusalén guiados por una estrella, para adorar al Rey de los Judíos recién nacido. Ellos le llevaron tres ofrendas: oro, incienso y mirra. Los tres “Reyes del Oriente” encontraron al niño Dios y se postraron ante él con los obsequios que llevaban. Para comenzar, la forma circular de la Rosca de Reyes representa para los cristianos el círculo infinito del amor a Dios, ya que no tiene ni principio ni fin.
Las frutas secas y cristalizadas que adornan el delicioso pan simbolizan las coronas de los Reyes, mientras el muñequito escondido en la rosca refleja los tiempos en los que la Sagrada Familia tuvo que huir a Egipto y ocultar al Mesías para protegerlo del cruel Herodes. Cuando comemos el pan, estamos haciendo la comunión con Dios.
En México se esconde en el pan muñequitos de plástico que simboliza al niño Dios y cada quién escoge al azar qué pedazo de rosca quiere, decidiendo así su suerte. A quienes les salen los muñequitos, automáticamente se convierten en madrinas o padrinos del niño y deben llevarlo a bendecir a la iglesia y festejar el acontecimiento con tamales y atole el 2 de febrero, Día de la Candelaria.