Por más que cada vez más los tatuajes sean aceptados y ganen popularidad, aún hay personas que tienen una idea negativa sobre los tatuajes, asociándolos con las drogas, el alcohol y el mal vivir. De más está aclarar que estas etiquetas infundadas no son ciertas.
Prejuicios tenemos todos, es inevitable. Pero ser conscientes de que los tenemos es una forma de comenzar a resolverlos.
Y hoy en día a muchas personas aún les cuesta concebir que un médico, un sacerdote, una monja, un abogado, un gerente, o una persona «respetable» para la sociedad tenga tatuajes. Esas mentes anquilosadas y retrógradas son las que hay que lograr cambiar.
Y lo primero que hay que saber es que tener un tatuaje no significa que la persona sea irresponsable, tome malas decisiones, o incluso sea peligrosa (como muchas viejas quieren hacerme creer). Lo más común es pensar que la persona que tiene tatuajes es un criminal, un motoquero o, si es una mujer, una chica fácil, o incluso que tiene problemas de autoestima. Esto es terrible, porque dificulta mucho a una persona a obtener un trabajo, o andar libremente por las calles con sus tatuajes.
Muchas personas «respetables» tienen tatuajes, y no necesariamente están locas… Y muchas personas que no tienen una sola gota de tinta en su cuerpo resultan ser dementes o asesinos en serie. Nada garantiza nada. Tener un tatuaje no te hace mala persona.