Los músculos lisos, a veces conocidos como involuntarios, suelen estar dispuestos en capas o láminas, una encima de la otra. Tú no puedes controlar los movimientos de este tipo de músculos. El cerebro y el cuerpo les indican a estos músculos lo que tienen que hacer sin que tú tengas ni siquiera que pensar en ello. No puedes utilizar los músculos lisos para «hacer bola» con el brazo o para dar saltos en el aire. Pero tienes músculos lisos funcionando por todo el cuerpo. En el estómago y el sistema digestivo, se contraen (se tensan) y se relajan para ayudar a la comida a avanzar a través de tu cuerpo. Los músculos lisos también se ponen manos a la obra cuando te encuentras mal y necesitas vomitar. Estos músculos empujan la comida para que abandone el estómago, suba por el esófago y salga por la boca.
También tienes músculos lisos en la vejiga. Cuando están relajados, esos músculos te permiten retener la orina (el pipí) hasta que vayas al lavabo. Y, cuando se contraen, expulsan la orina. Estos músculos también se encuentran en el útero de las mujeres, que es donde se desarrolla el bebé antes de nacer. Los músculos del útero ayudan a expulsar al bebé fuera del cuerpo de la madre durante el parto.
También tienes músculos lisos ocultos tras los ojos. Estos músculos te ayudan a enfocar cuando miras a algo.