Mito de La creación de los humanos, el sol y la luna
En una extensión de tierra muy grande, con muchas lagunas, vivían Ráquira y su sobrino Ramiriquí. Su imperio se caracterizaba por su riqueza natural. Solo el tío y su sobrino eran los habitantes de ese territorio, pero un día aburridos de estar solos decidieron hacer cuerpos humanos. Uno tomó barro y así comenzó a modelar el cuerpo de un hombre, el otro tomó juncos e hizo el cuerpo de una mujer.
Cuando se dieron cuenta de que ya tenían bastantes cuerpos, es dieron vida y así poblaron el imperio.
A pesar de la gran compañía que tenían, Ráquira y Ramiriquí no estaban muy felices. Se imaginaban luz, pues pensaban que lo contrario a la oscuridad podría ser mejor, y discutieron largamente sobre la forma tenerla, pero ninguno poseía los conocimientos necesarios para lograrlo.
«Mucho tiempo después Ramiriquí decidió ir a buscar luz arriba. Avanzó en línea recta y cada vez ascendía más. Logró subir más allá de la mirada de su tío y finalmente se convirtió en una inmensa y fuerte luz, tanto que permitía ver todo el imperio chibcha. Su luz permitió admirar las lagunas, el efecto del viento y las madrigueras de animales, asustados con el mundo que ahora veían. Los hombres, por el contrario, se alegraron mucho y admiraron todo lo que los rodeaba».
La alegría duró poco pues Ramiriquí se alejó y volvió la oscuridad y todos aprendieron que era de noche. Horas después apareció Ramiriquí nuevamente, con más fuerza y calor. Todos entendieron que eran el día y la noche. Ráquira reflexionaba pues debían ver de noche como lo hacían de día. Decidió, como su sobrino, ascender hacia el espacio, al caer la tarde. Cuando estaba inmerso en la oscuridad ocurrió lo inesperado: Iraca daba destellos de luz blanca, distinta a la luz amarilla que emitía su sobrino. Esta luz no era enceguecedora, pero sí permitía iluminar la noche.
Desde aquella época a Ramiriquí lo llaman sol y a Ráquira luna.
Comunidad: Muisca
Región: Andina
Fuente: Castillo, A.; Uhía, A. 2009. Mitos y leyendas colombianas. Grupo Editorial Educar. 165 p.