Los huevos de las aves, especialmente de las gallinas constituyen un alimento habitual en la alimentación de los humanos. Se presentan protegidos por una cáscara que es rica en proteínas (principalmente albúmina, que es la clara o parte blanca del huevo).
Respecto a la frescura de un huevo destinado a la alimentación humana en ciertos países, como en los estados miembros de la Unión Europea, se considera con la denominación de ‘huevos frescos’ aquellos huevos que están destinados a un consumo en un plazo de 28 días desde la puesta de la gallina. Las denominación ‘extra frescos’ limita este plazo a tan solo nueve días.
Los huevos blancos y los huevos morenos únicamente se diferencian por el color de su cáscara, en función de la raza de la gallina que lo ha puesto, ya que su contenido nutricional es el mismo. Los huevos de gallina pueden ser de variados tamaños, siendo muy pequeños en aves jóvenes y grandes en aves adultas.
La diferencia radica en que, al ser más grandes, la cáscara es más frágil y propensa a romperse.
Como curiosidad, estos huevos grandes pueden venir con doble yema, debido a una doble ovulación del ave.